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Mejor hablar de ciertas cosas

4 julio, 2020
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Había tres personas esa tarde invernal de principios de agosto de 2017 en el despacho que ocupaba Tabaré Vázquez en la residencia de Suárez y Reyes: el entonces vicepresidente, Raúl Sendic, el presidente del Frente Amplio, Javier Miranda, y el anfitrión. El Tribunal de Ética partidario había fallado y era el momento de conocer su veredicto. Miranda fue el encargado de abrir el sobre lacrado y leer su contenido, que incluía duros cuestionamientos al vicepresidente.

Ese día no se resolvió nada y la reunión se mantuvo en reserva. Sendic guardaba la esperanza de que todavía fuera posible una salida política que lo mantuviera en su cargo de vicepresidente. Pero dos días después Vázquez dio una entrevista a Búsqueda, en la que dijo que no podía obligar a Sendic a renunciar, aunque aclaró que él no seguiría en su cargo ante un fallo adverso del Tribunal de Ética del Frente Amplio.

“Ya está, le soltó la mano”, fue la lectura que hicieron los pocos que conocían el contenido del fallo cuando se publicó la entrevista con Vázquez. “Me acaba de echar por la prensa”, le dijo Sendic a uno de ellos, desilusionado con la actitud de su presidente. Días después se hizo público el dictamen del tribunal y Sendic terminó renunciando. Pero se fue dolido y con muchas heridas abiertas.

En los meses y años siguientes optó por el silencio, aunque contó a unos pocos historias de traiciones, de masones conspirando en su contra, de su carrera presidencial arruinada por algunos competidores internos y cosas peores. Nunca exorcizó en público su rabia. Tampoco el Frente Amplio hizo una autocrítica sobre cómo abordó ese caso.

Parecía que ese momento podía llegar el domingo 21 de junio cuando estaba prevista una entrevista con Sendic en el programa Séptimo día, de Canal 12. “Romperá el silencio, empieza la catarsis…”, eran las especulaciones que surgían tras el anuncio del retorno de Sendic a la televisión. Pero sus propios compañeros lo convencieron de que callara y él resolvió otra vez volver a guardar los episodios traumáticos en el ropero. Mejor no hablar de ciertas cosas.

Más de dos años después de la renuncia de Sendic, el Frente Amplio perdió las elecciones con el candidato del Partido Nacional, Luis Lacalle Pou, hoy presidente. Pero la noche en la que se concretó esa derrota, que puso fin a un ciclo en el poder de 15 años, no hubo casi lamentos, ni quejas, ni autocríticas ni llantos. Al contrario: el candidato perdedor, Daniel Martínez, festejó en el estrado como si hubiera ganado una final del mundo.

Minutos antes de que eso ocurriera, algunos integrantes del comando de su campaña le recomendaron reconocer en público a Lacalle Pou como presidente porque ese era un hecho prácticamente irreversible. Martínez se negó y opinó que era momento de festejar, ya que en las elecciones nacionales de octubre el Frente Amplio no había podido lograr ni el 40% de los votos y en un mes había arañado el 50%. Perdió igual, pero enrostrar la remontada y aguarle la fiesta al rival era más importantes en ese momento para el candidato. Mejor no hablar de ciertas cosas.

Casi siete meses después, Vázquez se ha transformado en una de las principales figuras de la oposición ejercida por el Frente Amplio. Dice, entre otras cosas, que si la elección del año pasado se hubiera postergado una semana su fuerza política hubiera mantenido el gobierno. Reivindica además los logros de los pasados 15 años, que sin duda los hay, pero nada o casi nada dice de los errores. Martínez, ahora convertido en postulante a la Intendencia de Montevideo, se niega a debatir con su oponente Laura Raffo. Argumenta que un candidato “brillante” con una gestión “impresionante” puede desempeñarse mal en una instancia de esas y por eso perder la elección, en clara referencia a su experiencia con Lacalle Pou. Como si solo hubiera perdido por el debate. O como si no hubiera merecido perder y no fuera necesaria una autocrítica. Mejor no hablar de ciertas cosas.

Hay otros que sí quieren hablar. De hecho, algunos de ellos ya lo están haciendo. “Perdimos. ¿Estamos de acuerdo, no? Es muy importante que quede claro”, suele decir en las reuniones políticas con los militantes del Frente Amplio el postulante a la Intendencia de Canelones, Yamandú Orsi. Uno de sus colegas en Montevideo, Álvaro Villar, utiliza varias veces por semana en sus discursos y en sus declaraciones públicas la palabra autocrítica. También se refiere a esa instancia como algo impostergable y necesario Mario Bergara. Otra de las postulantes frentistas en Montevideo, Carolina Cosse, suele mencionar la importancia de corregir los errores cometidos en la última campaña electoral.

Por debajo de ellos, cientos de dirigentes intermedios y militantes de a pie están esperando que llegue la hora de la catarsis colectiva en el Frente Amplio y de asumir lo que se hizo mal. Sienten que no han podido todavía ahuyentar los demonios que terminaron alejándolos de un cuarto período de gobierno. Pasaron de largo por el tema Sendic, por la mala comunicación del anterior gobierno, por la errática resolución de la fórmula presidencial en la última elección, por algunos casos comprobados de corrupción o mala administración y por muchas otras cosas en silencio, pero creen que ya es hora de pasar raya y saldar cada una de esas cuentas abiertas.

No han logrado su objetivo y, teniendo en cuenta algunas de las últimas señales públicas, parecen todavía lejos de conseguirlo. Pero están a tiempo. Esa es quizá una de las disyuntivas más importantes que tiene el Frente Amplio para los próximos meses y años: si opta por el camino de una autocrítica seria y profunda o si mantiene esa postura repetida recientemente de que es mejor no hablar de ciertas cosas. El Partido Nacional y el Partido Colorado postergaron más de 10 años la mirada inquisidora en el espejo. Solo después de la derrota estrepitosa e inesperada que sufrieron en 2014 la hicieron, y recién ahí lograron volver al poder. No parece haber otra receta posible.


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