
- Nani, Giovanni (Author)
- 186 Pages - 10/03/2017 (Publication Date) - Createspace Independent Publishing Platform (Publisher)
Deberes Generales del Aprendiz
Los ritos iniciáticos no tienen ninguna virtud sacramental. El profano que ha sido recibido como aprendiz de masón, según las formas tradicionales, no ha adquirido por este solo hecho aquellas cualidades que distinguen al pensador ilustrado del hombre grosero e inculto. El ceremonial de recepcion no tiene valor sino en cuanto importa el primer paso hacia el desarrollo de un programa que el Neófito debe cumplir para entrar en posesión de todas sus facultades. El aprendiz Masón tiene, pues, como primer deber el de meditar las enseñanzas del Ritual a fin de proceder en conformidad a ellas. Este es su deber por excelencia, su solo deber que abarca todos los demás. Pero un principiante necesita prescripciones más precisas. Estas están comprendidas en el compromiso que contrajo antes de recibir la Luz:
- Callar ante los Profanos.
- Buscar la Verdad.
- Querer la Justicia.
- Amar a sus hermanos.
- Someterse a la Ley.
Discreción Masónica del Aprendiz.-
El aprendiz de masón debe privarse de hablar, para limitarse a escuchar, es una excelente disciplina intelectual cuando se desea aprender a pensar. Las ideas se maduran por la meditación silenciosa, que es un conversación consigo mismo. Las opiniones razonadas son el resultado de debates íntimos que se empeñan en el secreto del pensamiento. El sabio piensa mucho y habla poco. Un masón joven debe, pues, en general, mostrarse muy reservado. Le está privado todo proselitismo intempestivo. No hay peor error que la verdad mal comprendida. Hablar para hacerse entender mal es a la vez peligroso y nocivo. Es preciso, pues, que siempre nos pongamos al alcance de los que nos escuchan. Tratar de asombrar exponiendo ideas atrevidas es esencialmente antimasónico. ¿Para qué escandalizar a los espíritus tímidos? Las inteligencias deben estar preparadas para que reciban la luz: una brusca claridad, ciega en vez de iluminar. Cuando cae de sus ojos la venda simbólica el aprendiz ha podido constatar que el deslumbramiento produce una sensación dolorosa. Estemos, pues, atentos a no herir ninguna convicción sincera. Escuchemos a todos con benevolencia sin hacer cuestión de nuestra manera de ver. Tenemos que formar nuestra opinión ya este fin nos es ventajoso oír a los abogados de las causas más contradictorias. Aprendamos a juzgar sin el menor prejuicio, así llegaremos a ser pensadores independientes o libres pensadores en el verdadero sentido de la palabra.
El Secreto.-
Un aprendiz debe abstenerse de divulgar todo aquello que pueda perjudicar a la Francmasonería o a sus miembros. Todos los miembros de la Orden están solidarizados por un formal contrato de reciprocidad. Tienen obligaciones los unos para con los otros y para cumplirlas es indispensable que se puedan distinguir de los profanos. Los medios de reconocerse deben, pues, ser objeto del secreto más absoluto. En cuanto al detalle de los ritos que se practican en el seno de los templos masónicos es prohibido hablar de ellos afuera. Los espíritus superficiales no podrían sino tomarlos como pretexto para ridiculizar a la Francmasonería. En este sentido no hay que arrojar perlas a los puercos.
El formulismo del ritual masónico no ha permanecido, por lo demás, en absoluto secreto. Ha sido divulgado en numerosas obras aparecidas desde los comienzos del último siglo. Pero a este respecto no se puede hacer conocer sino el lado material de nuestras prácticas. El “esoterismo” no es susceptible de ser divulgado. La disciplina del silencio llevaba a los antiguos masones a no contestar las calumnias de que eran objeto. Ellos esperaban estoicamente que luciera la verdad, ella triunfa siempre y necesariamente, como lo da a entender la vieja máxima: Obrar bien y dejar murmurar. El pensamiento es además en si mismo una fuerza que actúa en el exterior de una manera misteriosa. El puede influenciar la voluntad de otro sin expresarse por escrito ni de palabra. Esto es lo que revela el estudio de las leyes ocultas del pensamiento. El aprendiz, conocedor de estas leyes, se dedica a callarse, se concentra a fin de imprimir a sus ideas una tensión más alta. Es un conspirador que dispone del más potente de todos los medios de acción: el pensamiento dirigido con pleno conocimiento de causa. Pero en estas materias conviene unir el ejemplo al precepto y no infringir, porque no está permitido, la ley del silencio.
La Tolerancia.-
Es siempre presuntuoso convertirse en juez de una opinión, cualquiera que ella sea. Todas las maneras de ver divergentes son igualmente respetables cuando emanan de personas sinceras. Ellas expresan la verdad bajo los diferentes aspectos que puede tener en razón de los múltiples puntos de vista de que es susceptible de ser considerada. Se encuentra, pues, una parte de la verdad en todas las opiniones. Nadie está en el error absoluto y nadie, por otra parte, puede enorgullecerse de poseer la verdad perfecta. Seamos, pues, indulgentes y no pidamos a los demás que vean las cosas como nosotros mismos. Las inteligencias son débiles y no se aproximan a la Verdad sino recorriendo una serie de etapas que es preciso alcanzar una a una. Para favorecer el progreso de los espíritus es preciso, pues, tomar en cuenta las fases sucesivas de toda evolución intelectual. Se obtendrán los mejores resultados con una discreta acción. Nunca será excesiva la aplicación de la divisa de Rabelais:
“Noli ire, fac venire”. No fustiguéis a los retrasados para obligarlos a marchar contra su voluntad, contentaos con precederlos dándoles valor: no tardarán en seguirnos. Cuidaos sobre todo de no proceder por afinnaciones, por fórinulas y por dogmas. Nada está más lejos del espíritu masónico. Como aprendiz no tratéis de imponer nuestra manera de ver; llevad a los demás a descubrir lo que vos mismo habéis encontrado. Pensad y haced pensar.
Investigación de la Verdad.-
La Francmasonería se distingue de las iglesias en que no pretende absolutamente estar en posesión de la Verdad. Las enseñanzas masónicas no envuelven dogmas ni credo de ninguna especie. Cada masón está llamado a construir por sí mismo el edificio de sus propias convicciones. Con este propósito se ha iniciado en la práctica del Arte del Pensamiento. Este arte se ejecuta en materiales que es preciso desbastar. En otros términos: se trata de eliminar los errores que desfiguran la verdad, la verdad está en todas partes, pero oculta. Ella pide ser extraída de todo lo que parece falso o supersticioso. La superstición no es sino la petrificación, la envoltura o el cadáver de una noción verdadera que no se ha sabido alcanzar ni expresar correctamente. No rechacemos, pues, nada “a priori”. Toda prevención, todo prejuicio, se opone a nuestra imparcialidad de juicio. El verdadero amigo de la verdad no sabría ser un espíritu limitado, sistemáticamente encerrado en el estrecho círculo de su horizonte mental. Debe ser una inteligencia ampliamente abierta a todas las ideas susceptibles de provocar una modificación en las convicciones presentes. El que tiene sus ideas estancadas y trata de conservarlas no es un hombre de huy de progreso: es un pontífice que cree que sabe y que tiene fe en su infalibilidad. Si la iniciación no logra desengañarlo es porque cierra los ojos y tiende a permanecer Profano.
Realización.-
Si la Francmasonería se dedicara sólo a la especulación pura se quedaría en el dominio abstracto, sin compartir los males que acosan a la humanidad. Estos males tienen su repercusión sensible en el corazón de todo hombre generoso. El aprendiz, en consecuencia, no se aisla del mundo, se guarda bien de imitar a los místicos egoístas que buscan la perfección lejos del contacto de la corrupción general, mucho menos comparte la indiferencia de los satisfechos que sólo tienden a gozar los favores acordados a unos pocos. El hombre de corazón se siente herido por toda iniquidad aun cuando no sea él una víctima directa. Desinteresarse de la suerte de otro es romper los lazos de solidaridad que une a todos los miembros de la familia humana. Y la fuerza de los individuos tiene su origen en la colectividad, de la que ellos forman parte. Separarse de aquella a que se está incorporado es entregarse a la muerte.
El egoísta que sólo quiere vivir para sí mismo, deja de participar de la vida general, se hace un cuerpo extraño en el seno del organismo humanitario, un elemento mórbido, una causa de enfermedad sociaL La francmasonería es una alianza universal dé hombres honrados que se consagran sin cera- mente al bien de todos. Una acción irresistible se ejerce sobre las voluntades débiles por la unión de un conjunto de fuertes voluntades. En este sentido hay que “querer la justicia”, porque lo que se quiere con persistencia y firmeza no puede dejar de obtenerse.
Fraternidad entre los Iniciados.-
La fuerza de una asociación reside esencialmente en la cohesión de sus miembros. Mientras más unidos, más potentes son. En Masonería la unión no es el efecto de una Disciplina impuesta: esa unión no puede nacer sino del afecto que experimentan los iniciados entre sí. Es, por lo tanto, de la más alta importancia estrechar por todos los medios los lazos que unen a los masones. Antes que nada es necesario verse, a fin de conocerse, apreciarse y estimarse. Deben, pues, seguirse con la mayor asiduidad todas las reuniones masónicas. Hay que tratar de merecer la simpatía de cada uno de los Hermanos y, por otra parte, se deberá ser indulgente con los defectos de los otros. El hombre es siempre imperfecto. No hay que detenerse en las debilidades de los demás; apreciemos las cualidades de nuestros colaboradores y pasemos la plana sobre imperfecciones de las piedras que debe unir indisolublemente el cemento de la más franca amistad.
Respeto a la Ley.-
Por sobre las leyes convencionales hay una Ley ideal, escrita en el corazón de los hombres de bien. A esta Regla Soberana es a la que el aprendiz se somete sin reserva. En cuanto a las leyes positivas, por imperfectas que sean, no son menos respetables. Ellas constituyen el elemento fhndamental de toda civilización, nos dan garantías contra las arbitrariedades, aseguran el orden y se imponen como una sanción necesaria del pacto social. Un Iniciado se somete, pues a las leyes aun cuando fueran injustas. El se inclina ante la voluntad general aunque ésta esté equivocada. Sócrates prefirió beber la cicuta antes que sustraerse a la sentencia legal, pero inicua que lo humillaba. Robespierre cayó rehusando llamar al pueblo a la revuelta. Son éstos grandes ejemplos.
Los francmasones se someten escrupulosamente a la legislación de todos los países en que se les permite reunirse libremente. Ellos no conspiran contra ninguna autoridad legalmente constituida. Su acción humanitaria, no puede, pues, hacer sombra sino a los gobiernos que tienen conciencia de tener contra ellos el derecho. En lo que concierne a la ley masónica, los masones observan sobre todo su espíritu. Los reglamentos no les son impuestos con una inflexibilidad tiránica, sino que preconizan una línea de conducta que tiene la autoridad de una larga experiencia. Pero no hay que perder jamás de vista que estas prescripciones reglamentarias están dirigidas a hombres que piensan y que están guiados por la lógica. Para el Pensador, la razón es la ley suprema, contra la que no podrá invocarse ninguna estipulación escrita. El Iniciado goza de entera libertad, porque es plenamente razonable y, por consiguiente, no puede hacer sino un buen uso de su voluntad. En este sentido el Masón debe ser libre en la Logia libre. Cuando Rabelais resumió la regla de los Telemitas diciendo: “Haz lo que desees” él entendía que: “hombres libres, bien nacidos, bien instruídos, que frecuentan compañías honestas, tienen por naturaleza un instinto y una tendencia que siempre los impulsa a hechos virtuosos y alejados del vicio; eso es lo que llaman honor. Pero cuando están vilmente sujetos y constreñidos, se sienten deprimidos y esclavizados; desvían la noble afección que los hace amar la virtud y procuran sacudir el yugo de semejante servidumbre, porque emprenden siempre lo que es prohibido sin justicia y codician lo que se les niega en razón”.

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